Durante mucho, tal vez demasiado, tiempo se nos enseñó a los evangélicos que escuchar rock era pecado. Que el rock era un estilo musical demoníaco y que los cristianos que lo tocaban terminaban siendo drogadictos, criminales o se apartaban del Señor ante el deslumbramiento de la fama y la riqueza.El tiempo ha pasado y, bajo el gobierno soberano de la divina providencia, se ha encargado de derribar los mitos.
El pionero del rock cristiano de fines de los 60, Larry Norman, acaba de fallecer en febrero de este año 2008 con un hermoso testimonio de toda una vida de servicio a la causa del evangelio; pobre, olvidado por la masa, pero rodeado de fieles hermanos y amigos en Cristo; muy afectado después de varias operaciones al corazón, en uno de sus últimos e-mails, sintiendo la muerte cercana, simplemente terminaba diciendo: “i’m going home”. Los integrantes del antiguo Petra siguen firmes en la fe y la mayoría de los Stryper, después de un amargo y triste alejamiento, han vuelto a los caminos del Señor y con una potente nueva versión de “In God We Trust”. Bono de U2 sigue felizmente casado con la misma esposa, cuidando a sus 4 hijos en Dublin, yendo a la iglesia los domingos, participando de retiros espirituales y vigilias de oración y, obviamente, haciendo recitales por el mundo mientras promueve su campaña para erradicar de la faz de la tierra lo que él llama de “pobreza estúpida”.Más allá, incluso, de los casos individuales la verdad es que, estadísticamente hablando, en los últimos 30 años todos los rockeros cristianos que se han apartado no suman más que los pastores tradicionalistas que han sido disciplinados por adulterio, malversación de fondos o enseñar doctrinas anti-bíblicas.Así va la cosa. Nos empezamos a dar cuenta que al final no era el rock el malo, sino el corazón humano.
Pues bien… ¿por qué soy rockero y cristiano? No soy dialéctico idealista ni discípulo de Heráclito de Éfeso o de Hegel, no me siento especialmente inclinado hacia las síntesis de contrarios. La razón por la que soy cristiano y rockero es porque veo absoluta coherencia entre una cosa y la otra. Y algunas de las razones son las siguientes:El rock es un estilo musical que surge como expresión de una generación desencantada con los metarrelatos del proyecto moderno. Estos metarrelatos, sobre todo el de la Razón (con R mayúscula) y el acceso a la Verdad (también con V mayúscula) por medio de ella, se vio ampliamente cuestionado desde el mismo Nietzsche y la música de su amigo Wagner así lo refleja.Pero es en el siglo XX donde este sentimiento de desencanto va a cuajar. En el ámbito de la música académica (o clásica): Schoenberg y la música dodecafónica, Stockhausen y la música electrónica, John Cage y la música concreta. En el ámbito popular: Chuck Berry y los primeros rock & roll de tres acordes (entre ellos, curiosamente, uno llamado “Roll Over Beethoven”), Elvis y su pelvis bailarina, Los Beatles y la sicodelia.Después de muchos desencantos que la modernidad nos produjo (Hiroshima, el Holocausto judío, los Goulags, etc.), nos cansamos de metarrelatos que nos hablaban de una Razón omnisciente y omnipotente que guiaba a la humanidad hacia un progreso infinito, que nos enseñaba la desconfianza hacia las emociones y sensaciones de placer y que nos inculcaba un estilo de vida de “ascetismo secularizado”, de auto-negación por el bien del progreso y del desarrollo de conceptos tan abstractos e intangibles como “Nación”, “Pueblo”, "Equidad" y “Humanidad”.
Ese cansancio tomó forma musical concreta en el rock (“concreta” incluso en el sentido histórico-artístico de la palabra, como en “Revolution 9” de los Beatles en el Álbum Blanco). El rock es una música que apela a los sentidos. En el rock se muestran honestamente el placer y la ira; toda esa visceralidad que el pensamiento occidental moderno había olvidado o que, infructuosamente, había intentado negar, buscando suprimir nuestros instintos más básicos. Instintos que, sin embargo, Dios nos dio y con los cuales Él nos creó para que le busquemos y, una vez habiéndolo encontrado, nos deleitemos en Su presencia.El rock es un estilo musical con fuerte énfasis en el ritmo más que en la melodía y en la armonía y que, por lo mismo, expresa y produce placer y ser cristiano es, de hecho, haber encontrado y saber disfrutar el mayor y más intenso placer: Dios. Al final, el antiguo Catecismo Menor de Westminster ya lo enseñaba y John Piper lo reafirma: glorificar a Dios es lo mismo que gozar de Él para siempre.El rock es, también, con sus distorsiones y sus gritos, un estilo muy apropiado para expresar ira y, como bien dice A. W. Pink, la ira es un atributo divino que los sabelotodos humanos generalmente consideramos como una especie de mancha en el carácter de Dios, cuando en realidad es una de sus perfecciones. La fría indiferencia hacia el mal, tan característica del modernismo (fíjense en el supuesto “profesionalismo” de muchos psiquiatras y abogados cuando tratan con las perversiones humanas) es más pecaminosa que sentir ira. La ira es santa y buena, cuando expresa anhelo de santidad y de justicia verdadera. Dios se aíra contra el pecado, Jesús se airó contra el etnocentrismo farisaico. Prefiero eso a quedarme, en nombre de la “Razón” y la “Lógica”, indiferente frente al mal.
Sin duda que con todo ese desencanto hacia los metarrelatos modernos, también vino el relativismo filosófico-ético anticristiano. Como cristiano, obviamente rechazo todo esto, pero no quiero botar al bebé junto con el agua sucia de la bañera. Digo esto porque muchas veces este desencanto, que algunos llaman “postmodernidad” es contrapuesto per se al cristianismo, como si ser cristiano fuera ser, necesariamente, moderno. ¡Me niego rotundamente a eso! La fe en la “Razón” no es cristiana, no es protestante, es humanista y es idolatría; mi fe está puesta en Dios, la razón es un don que Él me dio para servirle mejor, nada más. Abanderarme con el iluminismo no sería sabio ni bíblico, pero muchos por rechazar el relativismo, lamentablemente, caen en el engaño y se posicionan con las posturas, también anti-cristianas, del iluminismo. Ser cristiano no es ser “postmoderno” ni tampoco es ser “moderno”: ser cristiano es “no conformarse a este siglo” (Rm 12.1-2)Las únicas opciones no son ser “moderno” o ser “postmoderno”. Hay otra opción, no circunscrita a una época determinada porque es eterna, la de ser, como diría C. S. Lewis, un “mero cristiano”. Y como tal, rechazo tanto la frialdad racional del modernismo que endiosó a la Razón como el relativismo filosófico-ético del postmodernismo. Soy emocional y no me avergüenzo de serlo, sino todo lo contrario: le agradezco al Señor que me dio las emociones, así como me dio la razón.
Ser honesto con mis emociones, al más puro estilo de los Salmos bíblicos, y poder expresarlas libremente, son un regalo que me llega a través del rock. El rock me permite manifestar este “gozar de Él para siempre” que es el propósito de mi vida. El rock me permite, también, agradecer a Cristo la indecible victoria que me ha dado por Su sangre y todas las demás bendiciones que Él me da, como el rey David (que a mi entender era todo un rockero), el rock me hace mover los pies delante de Jehová aunque las Micales me menosprecien en su corazón. De hecho, ya que lo mencionamos, ¡qué respuesta rockera la de David a Mical!: “Danzaré delante de Jehová y aun seré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado” (2Sm 6.21-22). ¡¡Puro rock & roll!!
El rock también me permite gritar a un mundo indiferente mi ira contra la injusticia y contra el pecado que habita en mí, primeramente, y en esta sociedad. Los Who rompiendo sus guitarras en el escenario no son nada al lado de un Jesús que echa a los comerciantes del Templo… ¡eso es ira verdadera! Ira justa y santa del Mesías y no la ira de un “rebelde sin causa”. El rock me permite dar vuelta las mesas de cambistas que habitan mi alma y esta sociedad hipócrita, mientras grito a lo Bruce Dickinson: “¡¡¡Quitad de aquí esto y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!!!” (Jn 2.16). ¡¡Puro metal!!
En el rock encuentro gozo, placer, ira y tanta emocionalidad y honestidad que, como cristiano que busca vivir coherentemente con su cosmovisión, no soy capaz de rechazarlo como medio de expresión.No endioso el rock, no lo necesito, no dependo de él; sólo dependo de Dios. Pero Dios me dio la gracia de nacer en el año en que Lennon murió, de pasar mi infancia escuchando los vinilos de los Beatles los sábados por la mañana junto a mi viejo, de ver en mi pubertad en Televisión Nacional “The Wall” de Pink Floyd, de saltar al ritmo de “Smells like teen Spirit” en más de alguna fiesta en mi adolescencia, de poguear al ritmo de un punk-rock frenético en un recital de Los Miserables en Valparaíso, de cantar hasta la disfonía a Los Tr3s, a Fito, a Charly y a Los Prisioneros en las fogatas veraniegas de los campamentos en La Granja Presbiteriana. No puedo ignorar todo ese bagaje que forma parte de lo que soy.
Hoy soy pastor presbiteriano y tengo que tomar una postura frente a todo lo oído, lo gozado, lo vivido, lo cantado y lo gritado. Y esta es:
Sí, soy cristiano porque amo a Cristo sobre todas las cosas y adoro únicamente al Trino Dios de la Biblia. Y sí, soy rockero porque le agradezco a Dios el don del rock que me permite deleitarme, cantar y, muchas veces, gritar lo que hay dentro de mí. Porque el Señor me dio la gracia de nacer en una época donde existe este vehículo de expresión que hago mío para glorificar a Dios y deleitarme en Él.¡Dios sea alabado y larga vida al rock!
El pionero del rock cristiano de fines de los 60, Larry Norman, acaba de fallecer en febrero de este año 2008 con un hermoso testimonio de toda una vida de servicio a la causa del evangelio; pobre, olvidado por la masa, pero rodeado de fieles hermanos y amigos en Cristo; muy afectado después de varias operaciones al corazón, en uno de sus últimos e-mails, sintiendo la muerte cercana, simplemente terminaba diciendo: “i’m going home”. Los integrantes del antiguo Petra siguen firmes en la fe y la mayoría de los Stryper, después de un amargo y triste alejamiento, han vuelto a los caminos del Señor y con una potente nueva versión de “In God We Trust”. Bono de U2 sigue felizmente casado con la misma esposa, cuidando a sus 4 hijos en Dublin, yendo a la iglesia los domingos, participando de retiros espirituales y vigilias de oración y, obviamente, haciendo recitales por el mundo mientras promueve su campaña para erradicar de la faz de la tierra lo que él llama de “pobreza estúpida”.Más allá, incluso, de los casos individuales la verdad es que, estadísticamente hablando, en los últimos 30 años todos los rockeros cristianos que se han apartado no suman más que los pastores tradicionalistas que han sido disciplinados por adulterio, malversación de fondos o enseñar doctrinas anti-bíblicas.Así va la cosa. Nos empezamos a dar cuenta que al final no era el rock el malo, sino el corazón humano.
Pues bien… ¿por qué soy rockero y cristiano? No soy dialéctico idealista ni discípulo de Heráclito de Éfeso o de Hegel, no me siento especialmente inclinado hacia las síntesis de contrarios. La razón por la que soy cristiano y rockero es porque veo absoluta coherencia entre una cosa y la otra. Y algunas de las razones son las siguientes:El rock es un estilo musical que surge como expresión de una generación desencantada con los metarrelatos del proyecto moderno. Estos metarrelatos, sobre todo el de la Razón (con R mayúscula) y el acceso a la Verdad (también con V mayúscula) por medio de ella, se vio ampliamente cuestionado desde el mismo Nietzsche y la música de su amigo Wagner así lo refleja.Pero es en el siglo XX donde este sentimiento de desencanto va a cuajar. En el ámbito de la música académica (o clásica): Schoenberg y la música dodecafónica, Stockhausen y la música electrónica, John Cage y la música concreta. En el ámbito popular: Chuck Berry y los primeros rock & roll de tres acordes (entre ellos, curiosamente, uno llamado “Roll Over Beethoven”), Elvis y su pelvis bailarina, Los Beatles y la sicodelia.Después de muchos desencantos que la modernidad nos produjo (Hiroshima, el Holocausto judío, los Goulags, etc.), nos cansamos de metarrelatos que nos hablaban de una Razón omnisciente y omnipotente que guiaba a la humanidad hacia un progreso infinito, que nos enseñaba la desconfianza hacia las emociones y sensaciones de placer y que nos inculcaba un estilo de vida de “ascetismo secularizado”, de auto-negación por el bien del progreso y del desarrollo de conceptos tan abstractos e intangibles como “Nación”, “Pueblo”, "Equidad" y “Humanidad”.
Ese cansancio tomó forma musical concreta en el rock (“concreta” incluso en el sentido histórico-artístico de la palabra, como en “Revolution 9” de los Beatles en el Álbum Blanco). El rock es una música que apela a los sentidos. En el rock se muestran honestamente el placer y la ira; toda esa visceralidad que el pensamiento occidental moderno había olvidado o que, infructuosamente, había intentado negar, buscando suprimir nuestros instintos más básicos. Instintos que, sin embargo, Dios nos dio y con los cuales Él nos creó para que le busquemos y, una vez habiéndolo encontrado, nos deleitemos en Su presencia.El rock es un estilo musical con fuerte énfasis en el ritmo más que en la melodía y en la armonía y que, por lo mismo, expresa y produce placer y ser cristiano es, de hecho, haber encontrado y saber disfrutar el mayor y más intenso placer: Dios. Al final, el antiguo Catecismo Menor de Westminster ya lo enseñaba y John Piper lo reafirma: glorificar a Dios es lo mismo que gozar de Él para siempre.El rock es, también, con sus distorsiones y sus gritos, un estilo muy apropiado para expresar ira y, como bien dice A. W. Pink, la ira es un atributo divino que los sabelotodos humanos generalmente consideramos como una especie de mancha en el carácter de Dios, cuando en realidad es una de sus perfecciones. La fría indiferencia hacia el mal, tan característica del modernismo (fíjense en el supuesto “profesionalismo” de muchos psiquiatras y abogados cuando tratan con las perversiones humanas) es más pecaminosa que sentir ira. La ira es santa y buena, cuando expresa anhelo de santidad y de justicia verdadera. Dios se aíra contra el pecado, Jesús se airó contra el etnocentrismo farisaico. Prefiero eso a quedarme, en nombre de la “Razón” y la “Lógica”, indiferente frente al mal.
Sin duda que con todo ese desencanto hacia los metarrelatos modernos, también vino el relativismo filosófico-ético anticristiano. Como cristiano, obviamente rechazo todo esto, pero no quiero botar al bebé junto con el agua sucia de la bañera. Digo esto porque muchas veces este desencanto, que algunos llaman “postmodernidad” es contrapuesto per se al cristianismo, como si ser cristiano fuera ser, necesariamente, moderno. ¡Me niego rotundamente a eso! La fe en la “Razón” no es cristiana, no es protestante, es humanista y es idolatría; mi fe está puesta en Dios, la razón es un don que Él me dio para servirle mejor, nada más. Abanderarme con el iluminismo no sería sabio ni bíblico, pero muchos por rechazar el relativismo, lamentablemente, caen en el engaño y se posicionan con las posturas, también anti-cristianas, del iluminismo. Ser cristiano no es ser “postmoderno” ni tampoco es ser “moderno”: ser cristiano es “no conformarse a este siglo” (Rm 12.1-2)Las únicas opciones no son ser “moderno” o ser “postmoderno”. Hay otra opción, no circunscrita a una época determinada porque es eterna, la de ser, como diría C. S. Lewis, un “mero cristiano”. Y como tal, rechazo tanto la frialdad racional del modernismo que endiosó a la Razón como el relativismo filosófico-ético del postmodernismo. Soy emocional y no me avergüenzo de serlo, sino todo lo contrario: le agradezco al Señor que me dio las emociones, así como me dio la razón.
Ser honesto con mis emociones, al más puro estilo de los Salmos bíblicos, y poder expresarlas libremente, son un regalo que me llega a través del rock. El rock me permite manifestar este “gozar de Él para siempre” que es el propósito de mi vida. El rock me permite, también, agradecer a Cristo la indecible victoria que me ha dado por Su sangre y todas las demás bendiciones que Él me da, como el rey David (que a mi entender era todo un rockero), el rock me hace mover los pies delante de Jehová aunque las Micales me menosprecien en su corazón. De hecho, ya que lo mencionamos, ¡qué respuesta rockera la de David a Mical!: “Danzaré delante de Jehová y aun seré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado” (2Sm 6.21-22). ¡¡Puro rock & roll!!
El rock también me permite gritar a un mundo indiferente mi ira contra la injusticia y contra el pecado que habita en mí, primeramente, y en esta sociedad. Los Who rompiendo sus guitarras en el escenario no son nada al lado de un Jesús que echa a los comerciantes del Templo… ¡eso es ira verdadera! Ira justa y santa del Mesías y no la ira de un “rebelde sin causa”. El rock me permite dar vuelta las mesas de cambistas que habitan mi alma y esta sociedad hipócrita, mientras grito a lo Bruce Dickinson: “¡¡¡Quitad de aquí esto y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!!!” (Jn 2.16). ¡¡Puro metal!!
En el rock encuentro gozo, placer, ira y tanta emocionalidad y honestidad que, como cristiano que busca vivir coherentemente con su cosmovisión, no soy capaz de rechazarlo como medio de expresión.No endioso el rock, no lo necesito, no dependo de él; sólo dependo de Dios. Pero Dios me dio la gracia de nacer en el año en que Lennon murió, de pasar mi infancia escuchando los vinilos de los Beatles los sábados por la mañana junto a mi viejo, de ver en mi pubertad en Televisión Nacional “The Wall” de Pink Floyd, de saltar al ritmo de “Smells like teen Spirit” en más de alguna fiesta en mi adolescencia, de poguear al ritmo de un punk-rock frenético en un recital de Los Miserables en Valparaíso, de cantar hasta la disfonía a Los Tr3s, a Fito, a Charly y a Los Prisioneros en las fogatas veraniegas de los campamentos en La Granja Presbiteriana. No puedo ignorar todo ese bagaje que forma parte de lo que soy.
Hoy soy pastor presbiteriano y tengo que tomar una postura frente a todo lo oído, lo gozado, lo vivido, lo cantado y lo gritado. Y esta es:
Sí, soy cristiano porque amo a Cristo sobre todas las cosas y adoro únicamente al Trino Dios de la Biblia. Y sí, soy rockero porque le agradezco a Dios el don del rock que me permite deleitarme, cantar y, muchas veces, gritar lo que hay dentro de mí. Porque el Señor me dio la gracia de nacer en una época donde existe este vehículo de expresión que hago mío para glorificar a Dios y deleitarme en Él.¡Dios sea alabado y larga vida al rock!
FONTE: http://www.comoviviremos.blogspot.com/ (VISITE E DIVULGUE)
Jonathan Muñoz Vásquez
Un pecador alcanzado por la gracia de Dios; esposo de una hermosa mujer que amo y me ama llamada Priscilla; padre de un lindo y despierto niño llamado Agustín Santiago y de la más bella princesa sobre la faz de la tierra: Sofía Paz; pastor presbiteriano; convencido en lo más íntimo de mi ser de que el cristianismo bíblico es, además del único camino para reconciliarnos con Dios, el mejor sistema filosófico y ético.
Un pecador alcanzado por la gracia de Dios; esposo de una hermosa mujer que amo y me ama llamada Priscilla; padre de un lindo y despierto niño llamado Agustín Santiago y de la más bella princesa sobre la faz de la tierra: Sofía Paz; pastor presbiteriano; convencido en lo más íntimo de mi ser de que el cristianismo bíblico es, además del único camino para reconciliarnos con Dios, el mejor sistema filosófico y ético.
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